Hoy que es jueves, y no miércoles tengo sólo una recomendación, pero es de las buenas.
Hay series que te atrapan por lo que cuentan, y otras por cómo lo cuentan. Etoile, la nueva creación de Amy Sherman-Palladino y Daniel Palladino —sí, los responsables de The Marvelous Mrs. Maisel que me flipaba—, consigue ambas cosas con una fórmula que en ellos parece fácil: cruzando frenético ballet clásico, crisis institucional, drama coral y estilismos afilados como un fouetté.
La serie podría llamarse Charlotte, y yo seguiría viéndola igual. A mi es que esta mujer me encanta, su corte de pelo, su forma de vestir, me da igual lo que haga yo la compro. Su personaje, la directora artística de la ópera de París, tiene ese aire críptico, frágil y magnético que sólo ella sabe encarnar, como si no actuara sino que simplemente existiera en plano. Habla bajo, pero manda más que nadie. Casi sin moverse, ordena, intuye, se anticipa. Todo en ella recuerda a una directora de museo moderno en París, o a una galerista de Tokio, pero con más cashmere y con zapatos de Le Monde Beryl (como los míos de terciopelo verde de la misma marca).
Y Luke Kirby, el inolvidable Lenny Bruce de Mrs. Maisel, reaparece como el asesor financiero del ballet, y es un acierto absoluto. Su personaje tiene algo de elegante superviviente, de tipo que ha visto demasiadas hojas de cálculo y demasiadas coreografías imposibles, pero aún cree en el arte (o al menos en la nómina del arte). Su despacho en Nueva York —atención al mobiliario: madera art déco, moqueta beis, una lámpara escultural que parece sacada del MoMA— es una escena en sí misma. Quiero esa oficina para vivir y entiendo su obsesión por marcar en el suelo el sitio exacto de los muebles y también que no quieran que hagan lo que no deben en ellos…
El ballet aquí no es sólo telón de fondo: es campo de batalla. Hay deudas, hay herencias emocionales, hay egos cruzados. Y lo mejor: nadie parece querer hacer daño y aun así se pisan constantemente. Como en la vida. Cheyenne, la estrella que tiene su cara en sellos, es la viva imagen del desparrame: habla a toda velocidad, toma decisiones como si estuviera en una sesión de Shark Tank, y aun así tiene momentos de lucidez que rozan la ternura y que siempre la llevan a ser justa y a ser posible ecológica (esa escena en el barco). Es odiosa y entrañable, como toda buena antiheroína.
El coreógrafo. El “Asperger”. El que sólo habla cuando toca algo le obliga y que siempre lleva sus cascos con cancelación de ruido, que se comunica mejor con los cuerpos que con las palabras, y que lleva la danza contemporánea al límite del colapso. Es un personaje hipnótico, en parte por su genio, en parte porque no sabes si va a destruir la institución o a salvarla. Probablemente ambas.
Todo en Etoile se mueve. Las tramas van como un tren bala, sin respiro. Saltan de París a Nueva York, de las tablas a las oficinas, de la belleza del movimiento a la crudeza del presupuesto. Como en Mrs. Maisel, los diálogos son rápidos, brillantes, cargados de subtexto, y cada personaje tiene su propio tempo. Aquí nadie es accesorio. Todos bailan —literal o metafóricamente— su coreografía personal.
Hay ballet, sí. Pero no es una serie para fans del tutú. Es una serie para quienes disfrutan de los juegos de poder disfrazados de cultura, de las conversaciones veloces, de las series que no explican cada cosa como si fueras tonto. Es para los que encuentran más emoción en una mirada bien lanzada que en una escena de acción.
Si Mrs. Maisel era jazz, Etoile es danza contemporánea con banda sonora del Cascanueces (57 actuaciones en NY cada Navidad) y contrato vencido. Y yo estoy completamente dentro.
PD: Disfrutad estos 8 episodios porque Amazon ha cancelado la segunda temporada, así que se convertirá en serie de culto desde ya mismo.